"La juguetería errante", de Edmund Crispin" (o libros que no encontrarán en pilas).

O lo que es lo mismo, libros que no encontrarán en torretas estratégicamente situadas a la entrada de las librerías, prestos a tropezarse con ellos, tentadores y, por lo general, gruesos y pesados, de tapa dura y portada llamativa.
Para encontrarlos deberán adentrarse en la librería, acercarse a las estanterías y comenzar a recorrerlas con el dedo en busca de nuestro primer autor: Edmund Crispin.
Cuando den con "La juguetería errante" cójanlo, saquen el monedero y corran a pagar a la caja.
El argumento es el que sigue: un poeta falto de recursos llega una noche a Oxford en busca de aventuras. Y las encuentra. Lo primero que hace es dar con el cadaver de una mujer en una juguetería. Cuando, unas horas después, regresa con la policía, tanto el cadaver como la juguetería han desaparecido. En su lugar hay una tienda de ultramarinos.
A partir de aquí empieza la aventura. Nuestro poeta es amigo de Edmund Crispin, profesor universitario y detective aficionado. Como todos mis detectives favoritos es irreverente, caotico e incisivo. Y por añadidura tiene un coche Lilly Christine III, con el que recorren toda la ciudad en busca de la juguetería y del cadaver, sembrando el pánico y la destrucción allá por donde pasan. Tal es su forma de conducir que uno no tiene problemas en intuir qué ocurrio con Lilly Christine I y Lilly Christine II.
Una novela de detectives para disfrutar. Aderezada con personajes cuando menos singulares: profesores de trago fácil, estudiantes pendencieros y toda una ristra de sospechosos a cada cual más memorable.
Hagánme caso. Vayan a su librería, eviten las torres de libros y rebusquen un poco en las estanterías hasta dar con él.
Por cierto, lo publica la editorial Impedimenta.

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