Sobre el minimalismo y el olor de la mantequilla.

Minimalismo: 1. Corriente artística, esencialemnte pictórica blablabla; 2. Por extensión, manifestación de cualquier tipo que reduce al mínimo los elementos utilizados.

Hay en Zaragoza una panadería minimalista; todo allí es pequeño y escaso. Las mesas son apenas más grandes que un platillo, los taburetes tienen el tamaño de dedales y la cafetera, mínima, se afana en producir un café tras otro en un rinconcito. Solo es abundante el olor. Huele a mantequilla. A mantequilla verdad. El tipo de olor que te agarra la nariz cuando pasas por delante y tirando de ella te obliga a entrar.
Hay panes de todas las clases imaginables, napolitanas de chocolate, caracolas tan llenas de pasas y de azúcar que pesan en la bolsa con la contundencia del dulce antiguo, panecillos rellenos de longaniza... ¿Quién puede resistirse?
Una servidora no, así que aspirando con fuerza, pido una napolitana de chocolate y un cortado y me deslizo de medio lado hasta una mesita minúscula. El taburete es tan chiquitito que no queda otra que sentarse con elegancia; es decir, la espalda recta y las piernas juntas para no tropezar con el señor sentado en la mesa de al lado. Relamiéndome, corto el primer trozo de dulce y saltan esquirlas de corteza expandiendo, aún más, el olor a mantequilla. Lo saborearlo lentamente, con los codos pegados al cuerpo para no chocar con la pared. Aún así, la servilleta se cae al suelo y, en cuestión de segundos, al señor de la mesa de al lado se le cae el tenedor, al señor acodado en la barra, los cambios, y a la muchacha sentada junto a la puerta, el bolso.
Mientras nos agachamos, siguiendo una linea vertical imaginaria para ocupar el menor sitio posible, entra una madre pastoreando a sus dos niñas, de cinco y diez años. Con el minimalismo esfuerzo, y una pizca de crueldad, las ha vestido exactamente igual: vestido de flores rosas, medias blancas, y un lazo blanco del tamaño de una col sobre la cabeza. Pero sigue oliendo deliciosamente y mi napolitana tiene la combinación justa de chocolate y masa, así que lo paso por alto y me acurruco en mi rinconcito hasta que temino con el café y la napolitana y me marcho, ahítos los sentidos de mantequilla y el estómago tan satisfecho que duerme en un sopor de chocolate y café.

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