Corren tiempos confusos.

Corren tiempos confusos.
Abro los periódicos y no entiendo nada. Las noticias son volátiles, los titulares contradictorios en cuestión de horas. Los periodistas repiten esas mismas noticias con una sonrisa desconcertante. Y yo presto atención, pero soy incapaz de ver la relación de causa y efecto. Porque si ahora sufrimos unas consecuencias desagradable, debe ser porque hicimos algo mal.
Y no lo entiendo.
Las reglas estaban claras. O eso pensaba. Pórtate bien y te sucederán cosas buenas. Pórtate mal y te pasará algo malo. 
Estudia y tendrás trabajo. Trabaja y tendrás una vida cómoda. Ahorra y tendrás cosas bonitas. Y, al final del todo, te habrás ganado el descanso. 
Nos dijeron que robar estaba mal y compartir bien. Y nos lo creímos. 
Las malas personas sufrían su castigo, las buenas eran recompensadas, y las normales... bueno... las normales tenían una vida normal, sin sobresaltos, mientras el cosmos alternaba de forma razonable premios y recompensas.
Sencillo y claro.
Ahora leo los periódicos y no los entiendo. 
Y nunca he sido corta de entendederas. 
Si las certezas de la vida se evaporan ¿Qué queda?
Queda un niño que sobrevivió y una niña capaz de dar vida a mundos de tinta.
Queda una historia interminable y la victoria de Momo sobre los hombres grises.
Queda un país poblado por piratas, por indios y por niños que no querían crecer, en el que los besos estaban hechos de dedales y bellotas. 
Quedan Narnia, la Tierra Media y un jardín secreto.
Brujas que convierten a los niños en ratones.
Un hueso de melocotón habitado por insectos cantarines. 
Un detective que desconoce el sistema solar.
Cuentos escritos a máquina.
En algún lugar hay ratón que deja regalos a cambio de dientes y tres hombres sabios que, a lomos de camellos, dan regalos sin pedir nada a cambio.
Queda el aire nítido tras la lluvia y el olor de las playas tras la tormenta.
Queda la energía de mi madre y la serenidad de mi padre.
Los ojos negros como botones de Tristán.
Y el recuerdo de las bolitas de coco para Navidad. 
Cuando las grandes certezas desaparecen, cuando los titanes caen, no queda sino volver la vista hacia la pequeñas cosas. 


Comentarios

  1. Es la tercera vez que intento el comentario. No sé si sabré llegar al final esta vez.
    Bueno, las otras veces decía que éste sí lo he entendido y me ha gustado. A ver si lo sé acabar. Besos Marivi

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  2. Comentario recibido ;)
    Me alegro de que esta entrada se entendiera. No lo terminaba de tener muy claro.
    Un beso muy grande

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