Conversaciones robadas (I)

- ¿Qué te pongo, cariño?
- Ponme ese croissant grande. Y uno más, de los pequeños.
- ¿Quieres dos grandes? Tengo otro ahí dentro. Sólo lo tengo que barnizar, pero me cuesta un verbo. Si quieres te lo llevas.
- Oh, si, mejor.

Me cuesta un verbo. Nunca se me había ocurrido utilizar las palabras como medida de tiempo, pero tiene su gracia. "Me cuesta un verbo".

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