Microcuento: ... y creció.

Contempló los tobillos que asomaban por el bajo de los pantalones. Tironeó de las mangas de la chaqueta hasta que hizo crujir las costuras. Estaba incómodo.
Suspiró. Nadie le había advertido de que esto pasaría.
Vació los bolsillos de migas, se quitó las ropas que lo habían acompañado a lo largo de sus aventuras y se puso otras más adecuadas a su tamaño. Eran cómodas. Cambió sus zapatos agujereados por las botas de siete leguas, que ahora parecían hechas a medida. 
Finalmente, se miró en el espejo y se vió guapo.
Sólo su nombre le seguía quedando pequeño.
Antes de salir a la calle Pulgarcito pensó que también los nombres deberían poderse cambiar cuando uno crece.

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