Las Navidades, en libros.

El primero en caer fue "Elantris", de Brendan Sanderson. Bonito, muy bonito. Una novela fantástica que nos adentra en la caída de Elantris, antigua ciudad de Dioses, hoy morada de seres condenados a la muerte en vida. No suelo ser muy amiga de los libros narrados desde diferentes puntos de vista, pero este funciona. La historia se va mostrando a través de los puntos de vista de una joven, viuda antes de contraer matrimonio, y con excelentes dotes para la política; de un sacerdote cuyas convicciones religiosas no son tan firmes como él pensaba; y de un príncipe caído en desgracia, muerto sin estarlo y condenado a vivir en Elantris. 

El segundo, "Escribir ficción", del Gotham Writer's Workshop. Es un manual que trata de desentrañar el oficio del narrador. Dedica cada capítulo a un aspecto; los mejores, en mi opinión, los dedicados a la la descripción, la revisión y la publicación. Lo leí con prisa, así que queda en el montón de libros pendientes de releer en cuanto tenga tiempo. 

Ahora mismo estoy con "El canto del cisne", de Edmund Crispin. ¿Qué puedo decir? Me gustan las novelas de detectives muy británicos, excéntricos y con una buena dosis de humor negro. El protagonista, Gervase Fen, no sólo cumple estos requisitos, sino que además conduce un coche rojo llamado Lilly Christine III con el que siembra el caos a su paso. Una maravilla. 

El libro constante a lo largo de todas las Navidades ha sido "Ideas y formas políticas", temas 12 a 15. Después de empapuzarme de cerca de dos milenios de pensamiento político y filosófico, he llegado a la conclusión de que la ciudad ideal debe estar gobernada por sabios, por filósofos; si eso no es posible, debe estar gobernada por hombres suficientemente cabales como para dejarse aconsejar por sabios. Si eso tampoco fuera posible, lo mismo daría que esa ciudad fuera Pompeya el día que el Vesubio erupcionó, porque la sociedad está abocada al caos y la destrucción. 
Además, me he quedado con algunos consejos del maestro Maquiavelo, como por ejemplo que al príncipe le conviene hacer todas las maldades juntas y al principio para que el pueblo se asuste y luego puede ir regalando bondades, pero poco a poco, para que parezcan más. También he aprendido que no conviene fiarse de las fortificaciones, porque nunca son tan inexpugnables como pretenden. 

Y por último... ¡mis regalos de reyes! Ya tienen un sitio en la estantería, en el montón de libros pendientes. "La marca del meridiano", de Lorenzo Silva, y "Las joyas del paraíso", de Donna León. Estoy más contenta...

Comentarios

  1. Acaba de descubrir la abuela V. tu blog y está entusiasmada, (me ha dado la risa con las reflexiones con Maquiavelo y le explicado por qué me reía). Así que ya tienes otra seguidora más. Le he leído unas cuantas cosas, las más ligeras y divertidas y se lo ha pasado pipa.Le iré enseñando las novedades.
    Las virtudes te mandan muchos besos y mucho ánimo con las "Ideas y formas políticas".
    ¡Y no tardes tanto en escribir cosas! Besicos M

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