Dulce Patrona

 

 
Sucedió en verano, cuando el sol agosta las cosechas, los grillos atronan el mediodía y el agua del mar se remansa cálida en la bahía.
Dragut, el impío, llegó hasta nuestras puertas. No hubo voz de alarma antes. El vigía se había dormido en su atalaya.
Pobres armas son las armas y los remos frente a las espadas de los infieles. Los devolvimos al mar, pero no hubo victoria que celebrar. Nuestras mujeres fueron deshonradas y los jóvenes, apresados para ser vendidos como esclavos más allá del mar. Cuando el sol se puso la sangre corría por las calles; enterramos a los muertos y, durante las semanas que vinieron, lloramos las ausencias.
Fue un día de desgracia.
Hace tiempo que nuestros bisnietos tuvieron nietos. Ya no recuerdan el dolor de ese día. Ahora bailan de buena mañana con cascabeles en las rodillas y pañuelos de colores en las manos. Engalanan las calles con cintas de papel blanco. Y al atardecer, cuando la campana de la Iglesia toca las siete, se congregan en la plaza sudorosos, ahítos de ginebra, y al oír el mismo grito de guerra que lanzó nuestro caudillo, se lanzan a la batalla entre gritos de júbilo.
Y nosotros, que en su día regamos con nuestra sangre esas mismas calles, nos alzamos de las piedras y, durante unas horas, habitamos sus cuerpos que son nuestros en parte. Y luchamos en esas calles que hace siglos fueron nuestras y que hoy permanecen. Expulsamos a los piratas y, entonces sí, al finalizar el día, celebramos la victoria.

Comentarios

  1. Muy bien, Maria del Mar. Me han emocionado tus palabras y la ffoto que has elegidoa para ilustrar tu escrito. Sigue así. Un beso

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