Enero, en libros.

¿He mencionado que me gusta el frío? Me gustan las mantas, las tazas de té caliente y los calcetines gordos. Me gusta ver llover desde el otro lado de la ventana y me gusta que T. se acurruque a mi lado. Y, claro, eso no se puede hacer en verano. 
Pero este invierno se me está haciendo largo. No. Más que eso: larguísimo. Me levanto por las mañanas y todavía es de noche. Me levanto de la siesta y ya es de noche.  De noche está nublado y ni siquiera se adivina la luna. El frío hace que me hormigueen los dedos de las manos cuando saco a T. a pasear. Incluso el té me sale aguado. 
Para colmo de males, estoy vaga para leer. Empiezo un libro y lo dejo. Empiezo otro, hago trampas y miro el final. No sé si se debe al frío o a una pésima elección de lecturas. Aún así, ahí van los libros que han conseguido atravesar mi capa de modorra invernal. 




Pipi Calzaslargas, de Astrid Lindgren.

Uno de los libros que debí leer de niña y no leí. Hubiera sido una niña más feliz. 
Pipi Calzaslargas vive en Villa Mangaporhombro, lleva unos zapatos enormes, que le bailan en los pies, y medias desparejas. Vive con un mono y un caballo Es tan fuerte que puede llevar a su caballo bajo el brazo, lo cual resulta de más utilidad de lo que uno piensa. Es deslenguada y la  mayor mentirosa que me he encontrado entre las páginas de un libro. Vivaracha, alegre y disparatada.  
Y, a mi entender, Pipi es dolorosamente consciente, en el fondo, de que la niñez se termina y hay que exprimirla antes de que nos convirtamos en adultos. Y cuida de que sus amigos, Tommy y Annika, sean todo lo niños que puedan. 
¡Quién no querría ser amiga de una niña así!
Una colección de historias maravillosas para leer al niño que todavía somos. 




American Gods, de Neil Gaiman.

Poco antes de salir de la cárcel, Sombra recibe la noticia de que su mujer ha muerto. Una vez fuera, descubre que lo engañaba con su mejor amigo. Solo, sin trabajo y sin nada que hacer más que trucos de magia con monedas, un desconocido le sale al paso. Se llama Wednesday le ofrece un trabajo: ser su chofer y, en caso de ser preciso, dar su vida por él. Eso ya es raro, de por sí. Pero Wednesday es, en realidad Odín y  Sombra deberá acompañarlo en un largo viaje por América en el que su jefe tratará de convencer a los viejos dioses para que entren en batalla con los nuevos dioses. 
Mitología contra tecnología. 
Me ha gustado la idea de los viejos y los nuevos dioses. Los primeros en decadencia, los segundos, decadentes. Todos ellos adictos a la fe de los hombre y dispuestos a conseguirla a cualquier precio. 
Como todo lo que he leído de Neil Gaiman, es un libro extraño, desasosegante, a veces. Curioso. Y con truco final. 

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