Coplas en el parque.

"...pintame angelitos negros
que también se van al cielo
todos los negritos buenos..."

Es lo que canta un anciano en el parque. Tiene una voz bonita, de las de antes, de esas que deberían sonar acompañadas de una aguja que rasque un disco de vinilo.
Lo oímos llegar antes de verlo. Empuja la silla de ruedas de su esposa. El sábado por la mañana es día de visita en la residencia de aquí al lado. Ella se deja conducir. Lleva un vestido azul, el pelo recogido en una pinta amarilla y las manos colocadas con cuidado en el regazo. Está tan pálida como su cabello. Mira al frente sin ver, vacía, ausente.
El anciano repite la misma estrofa una y otra vez con un ritmo lento, acompasado a las ruedas de la silla. T. se lo queda mirando. Al pasar a nuestro lado nos sonríe.
Sigue cantando mientras gira a la derecha rodear el parque.

"...pintame angelitos negros
que también se van al cielo
todos los negritos buenos..."

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