Poca cosa, en realidad.

La última entrada de este blog es del mes de mayo. Estamos en agosto. Ha pasado casi un trimestre. ¿Qué he hecho desde entonces?

Poca cosa, en realidad.

Me apunté a un curso de escritura. Parece que sólo escribo si tengo deberes, fechas límites, obligaciones que rendir. Ha dado resultado. Desde que comenzó el curso llevo un cuento a la semana. No más, pero algo es algo. Ya me he preinscrito para el curso que viene.

He decidido que necesito un iPad nuevo porque al mío tengo que darle cuerda cada vez que lo quiero hacer funcionar. Es la excusa perfecta para presentarme en las tiendas y toquetear todo lo que tienen expuesto. Y como parezco una persona respetable, me dejan hacer.

Descubrí que la biblioteca pública tenía un sistema de préstamos online. Mi libro digital está algo viejo, así que el ordenador ya no me lo reconoce y, si bien puedo descargar libros, no puedo pasarlos al libro. Sin embargo, la aplicación para iPad funciona muy bien. En pequeñas dosis puedo leer libros. En grandes dosis la pantalla retroiluminada me mata; termino viendo los contornos borrosos, se me mezclan las letras y los ojos me escuecen. Así que bien por la iniciativa de ebiblio. Mal por el escozor de ojos.

Me he aficionado a los podcast: Writing Excuses, Invisibilia, Tea and Jeopardy... Son estupendos para pasear al perro y para viajes largos en coche.

Probé con los audiolibros; concretamente con "El nombre del viento". Me gusto mucho, mucho. Las veintisiete horas de duración echan un poco para atrás, pero creo que merece la pena. Descubrí que no debía escucharlo en el coche porque me distrae, pero dadme un viaje en tren y me veréis con los auriculares puestos.

He descubierto una tienda de libros de segunda mano. Para mí, es la mejor forma de perder el tiempo. No se parece a la búsqueda del tesoro, sino más bien a dar un paseo por la playa y arrojarse en plancha a por una concha especialmente bonita en cuanto la ves. Hay días que salgo con dos o tres libros y días en que salgo sin ninguno. Pero es un lugar estupendo. Te dejan vagar sin rumbo entre las estanterías, sacar los libros de los estantes, repasarlos y devolverlos. Nadie tiene prisa. 

En cuanto salió Netflix me suscribí. Doctor Who y Firefly son mis favoritas. Me las voy dosificando para que me duren más. También está Sherlock y el Círculo de Bletchley. Y he descubierto los dramas coreanos; son estupendos para desconectar después de un mal día en el trabajo. 

T. se puso malito y me lo llevé corriendo a la veterinaria quien lo palpó, le hizo un análisis y concluyó que tenía una infección de orina. Ahora está tomando antibiótico, que le camuflo en quesitos y lonchas de pavo, y jarabe, que no se puede camuflar con nada. 

Así, rápidamente, desde la última entrada he leído los siguientes libros:

Las puertas de Anubis, de Tim Powers.
Tengo que reconocer que lo tenía en casa desde hace muchísimo tiempo. Los viajes en el tiempo me angustian, así que era un morador permanente en mi pila de libros pendientes. Al final me armé de valor y lo leí. Me encantó. 

Alguien dice tu nombre, de Luis García Montero. 
Libro del club de lectura. No me gustó.

Vestida de novia, de Pierre Lemaitre. 
Sugerencia de los libreros de la Librería París. Muy buena novela negra. Eso sí, es recomendable leerla en vacaciones. De lo contrario apareces en el trabajo con unas ojeras que llegan hasta las aletas de la nariz. Aviso: durante la primera parte detestas a la protagonista; durante la segunda la compadeces; durante la tercera pasas la noche en vela para saber cómo puñetas termina. 

Firefight, de Brandon Sanderson.
Es una de las "conchas" que encontré la librería de segunda mano. Me tiré a por él en cuanto lo vi. Me lo encasqueté en la axila y lancé miradas amenazadoras a todos los demás clientes de la tienda. Entendieron perfectamente el mensaje. 
Resultó ser un libro muy entretenido, ligero. Perfecto para una lectura de hospital.

Sapiens, de Yuval Noha Harari. 
Recomendación paterna. Breve historia de la humanidad. Muy interesante.  

En costas extrañas, de Tim Powers. 
También de la librería de segunda mano. Si "Las puertas de Anubis" me pareció bueno, este me entusiasmó. Es el ejemplo perfecto de cómo hacérselo pasar mal a un personaje y bien al lector. 
A partir de ahora todo el que se presente en mi casa con un libro de Tim Powers será obsequiado con café, té y bombones de chocolate. 

En tonos de girs, de Ruta Sepetys.
Muy, muy triste. Narra la deportación de una familia lituana a los campos de trabajo de Siberia. Una de esas historias que duelen cuando las lees. 

Internet no es la respuesta, de Andrew Keen. 
Divulgación. Cómo internet promete y no termina de cumplir. Interesante. 

Adictos a la comida basura, de Michael Moss. 
O qué es lo que lleva la comida industrial que no podemos dejar de comerla. Ahora leo las etiquetas de los productos con un interés que raya en la paranoia. 

El espejo perdido, de Jonathan Stroud.
Este sí. Una historia adecuada a la estación del año y a mi estado de ánimo. Una buena historia de aventuras, con fantasmas y maldiciones. Muy divertida. Tomé el libro prestado de ebiblio; moderando los tiempos de lectura conseguí terminarlo sin muchas molestias en la vista. 

Asesinato en la catedral, de Edmund Crispin. 
¿Qué puedo decir? Con las aventuras del profesor Gervase Fen estoy vendida de antemano. Como siempre una buenísima edición de Impedimenta. He echado en falta a Lily Christine (el automóvil del profesor), pero el Gervase Fen está inmejorable, como siempre. 

El ojo del golem, de Jonathan Stroud. 
Estuve acechando en la librería de segunda mano a un cliente que se atrevió a cogerlo antes de que llegara yo. Por suerte para los dos, devolvió el libro a la estantería. 
De nuevo, una buena novela de aventuras, muy entretenida y con unos personajes muy, muy interesantes: un genio descarado e irreverente, un mago con los ánimos subidos y una rebelde valiente. 

No hay mucho más que contar. Igual que todos los veranos sigo peleando con el calor y perdiendo la batalla. Y por mucha prisa que le meta al mes de agosto para que pase, no me hace caso. Así que me abrazo al ventilador y espero pacientemente. Los veranos se me hacen eternos. Y las tardes de verano, interminables. 



Comentarios

Entradas populares