Lunes de diccionario. Labihendido, da.

labihendido, da
1. adj. Que tiene hendido o partido el labio superior.



Edgar era uno de los hombres más especiales del reino. El pueblo lo evitaba; la nobleza lo ignoraba; el Rey lo temía. 
Edgar era el espejo de Su Majestad.
Había sido elegido cuando era un niño. Un mendigo en las calles de Siro, tan anodino, tan insignificante y tan fácil de olvidar que casi no dieron con él. Los espejos siempre eran personas así: lienzos en blanco capaces de recibir todo. 
La ceremonia de enlace fue dolorosa, pero breve. Lo pusieron frente al Rey, que por aquel entonces era un niño labihendido, algo estrábico y cargado de hombros. Cuando el sacerdote cerró los sellos el Rey se erguía frente a él sin ningún defecto, mientras que Edgar notó que le costaba mantener la espalda recta y que sus ojos no funcionaban como debían. 
Fue la única vez que estuvo en la misma habitación que el Rey. Desde ese día, Edgar debía ponerse frente a un espejo cada día. Y cada día recibía dientes partidos, magulladuras, golpes y  heridas. Lo último fue un zarpazo en la pierna derecha que el Rey había recibido durante la última cacería. 
Edgar se arrastró fuera de la cama y se dirigió al espejo. Sí, la vida había sido dolorosa, siempre a remolque de un Rey al que los sellos volvían temerario. Pero había podido ver el mundo y sus bibliotecas. Y, por fin, esas horas reclinado sobre volúmenes polvorientos habían dado sus frutos.
Se sentó frente al espejo. Su reflejo castigado se confundió con el del Rey. El monarca tenía una ceja partida que Edgar sintió sangrar en cuanto la imagen se aclaró. No perdió tiempo y salmodió el conjuro.
Su ceja dejó de sangrar. 
El dolor de la pierna se atenuó.
Su labio se enderezó.
En el espejo el Rey le devolvía la mirada con estupor.
Sonriendo, Edgar alargó la mano para tomar un puñal. Con firmeza, se abrió una herida en el antebrazo. La herida se cerró al instante.
Abajo, en sus aposentos, el Rey chilló. 

Comentarios

Entradas populares