Absurdo e imposible.


Cuando tenía siete años, Arturo se despertó en mitad de la noche para encontrar a la Muerte sentada a los pies de su cama. 

—Cuando el último de los granos de arena termine de caer — dijo la Muerte, señalando un reloj de arena sobre la mesita de noche. 

Enfrentado a su propio tiempo, Arturo dedicó unos instantes a reflexionar. Luego, con un cuidado infinito tumbó el reloj y sonrió a la Muerte.

—Jaque mate. 

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