Crónicas del verano. Sobre lo que dicen y lo que una se cree.
«El ejercicio es bueno para el cuerpo», dicen.
«Y para la mente», añaden.
Si es que yo me lo creo todo. Desde siempre. ¿Que en mi libro aparecen dragones? perfecto. ¿Que nos atacan una horda de ogros? Si problema. ¿Que el ejercicio es sinónimo de salud? Por supuesto.
Así que, ignorando los treinta y muchos grados que hay en la calle el domingo por la mañana saco mi esterilla de yoga del armario. Tomo, eso sí, la precaución de encender el aire acondicionado. A fin de cuentas, una es crédula, pero no una inconsciente total.
Desde la televisión, una señorita muy coordinada, muy flexible y muy equilibrada comienza una serie de ejercicios muy coordinados, muy flexibles y muy equilibrados mientras me invita, con una voz suave y cordial, a seguirla.
Y yo, que soy muy aplicada, la sigo. O lo intento. Aunque sea crédula, soy consciente de mis limitaciones mientras la imito. Entiéndase aquí "imitar" en el sentido más laxo posible. Si ella llega con las manos hasta el suelo, yo me quedo a la altura de las rodillas. Si ella levanta una pierna con seguridad, yo me bamboleo. Me tiran las piernas, me tiemblan los brazos y pongo en pausa a la señorita unas cuantas veces para comprobar cuánto me queda y cómo es posible que media hora dure tanto.
Los nombres son bonitos. La montaña, el perro mira hacia abajo, el gato, el rey danzante, el árbol, el guerrero....
Y yo, que además de aplicada tengo «amor propio» me esmero en cada uno de los ejercicios. Estiro las piernas, estiro los brazos, giro la columna, compruebo mi postura y todo tira y cruje y protesta y pese al aire acondicionado, sudo.
Termino. De triunfante poco. Más bien con una ligera sensación de vergüenza, muy cansada y temblorosa. «Al menos hoy dormiré bien» me consuelo.
Y esa noche duermo bien. Las siguientes no. Porque mi credulidad y mi amor propio han hecho que tenga más agujetas de las que son razonables durante más tiempo que parece sensato.
El domingo ya estoy recuperada por completo. ¿Y qué hago? Encender el ventilador y sacar mi esterilla de yoga porque el deporte es sano, dicen. Y yo me lo creo todo.
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