Sobre bazares y novelas de misterio

¿Que hacer si una se encuentra de repente en la calle, desnuda y con un billete de veinte euros en la mano?
Fácil. Ir a un quiosco de prensa.
Son los bazares de hoy. Tan cierto como que las bombillas dan luz.
Por un módico precio una puede salir con un puñado de revistas bajo el brazo; y lo que es mas importante para salir del apuro, una saldrá a la calle convenientemente calzada (sandalias disponibles en tres colores), vestida (a elegir entre dos colores) y perfumada. Y, de paso, es posible adquirir conocimientos básicos de dibujo, cocina oriental, navegación
e historia del abanico español.
Si hoy Aladino quisiera hacerse con una alfombra mágica, bajaría al quiosco de la esquina y la tejería el mismo con cómodos fascículos.
Y, de vez en cuando, es posible conseguir libros a buen precio y relativamente difíciles de conocer paseando por la sección de novedades de las librerías. ¿Que me dicen de una colección de novela negra? Ya saben crímenes, misterios, robos y una adecuada solución al llegar al ultimo capitulo.
Los veranos, cuando el sol hace hervir las piedras y no hay otra solucion mas que resguardarse a la sombra, tengo el gusto de conocer a mentes brillantes y retorcidas. Creanme cuando les digo que en una caja de plástico guardo una bonita colección de crímenes inresolubles y de autores brillantes: Raymond Chandler, con su ironía y sus aceradas descripciones; Maurice Leblanc y su caballero ladrón... En dos veranos devoré las aventuras completas de Sherlock Holmes, me encapriche del detective y admire la santa paciencia de Watson.
Y muchos otros que, de otra forma, no habría conocido: Wilkie Collins y su dama de blanco; Ellery Queen, autor bifronte; Michael Innes, Erle Stanley Garder...
PD:faltan acentos; resulta que el iPad no los incorpora.

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