Sobre frases redondas

Hoy hacía tanto calor que las ondas radiofónicas se han mezclado y la radio ha escupido una mezcla de estática, rugidos y música pop allí donde tenía sintonizada la emisora de música clásica. En las emisoras de música pop, más ruido de estática. Finalmente he encontrado mi emisora en el canal de noticias.
No entiendo de música clásica. No sé solfeo ni sé distinguir un compositor de otro. Pero me gusta, me aisla. Y me gusta cuando sortean invitaciones para ir a conciertos y dicen "las invitaciones se asignarán por estricto orden de entrada y atención de la llamada".
¿No es una frase redonda? No es sólo que tenga sujeto, verbo y predicado, como me enseñaron en el colegio. Es que es redonda. Da toda la información necesaria, sin excesos. "Las invitaciones se asignarán por estricto orden de entrada y atención de la llamada". No hay pie a errores. Es tranquilizador saber que si llamas te asignarán una invitación por estricto orden de entrada y atención de la llamada.
Otra frase redonda. Un párrafo, más bien. Vayan a la estantería y cojan "Volando solo", de Roald Dahl (traducción de Salustiano Masó, creo). Dice así:
"En aquella ocasión se estaba comiendo una naranja y caí de pronto en la cuenta de que no se la comía de la forma habitual. En primer lugar, la cogió del frutero con el tenedor, en lugar de cogerla con los dedos. Luego, con la ayuda del tenedor y del cuchillo, practicó unas primorosas incisiones en la piel, alrededor de la naranja. A continuación, empleando las puntas del cuchillo y el tenedor, desprendió delicadamente la piel en ocho trozos, quedando líndamente expuesta la fruta pelada".
¿No es un párrafo maravilloso? Puedes ver la naranja con tal nitidez que sales corriendo a buscar otra naranja, cuchillo y tenedor y te dispones a dejar la fruta lindamente expuesta. No sale. La fruta queda expuesta, pero no linda. Aún así el párrafo, cada una de las frases, cada palabra colocada en el lugar exacto, la sonoridad, me parece una maravilla.
Y siento envidia. Por el autor, el gran Roald Dahl, capaz de convertir una naranja en un acontencimiento. Y por el traductor, capaz de traducir el texto de tal forma que parce música.

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