El mapa del caos, de Félix J. Palma

Última entrega de la Trilogía Victoriana y, para mi, la mejor de las tres. 

De nuevo seguimos las desventuras de H.G.Wells. O, para ser más exactos, seguimos las desventuras de varios H.G.Wells. Porque si en El Mapa del Tiempo, el autor jugaba con viajes temporales, y en El Mapa del Cielo, reproducía una invasión alienígena, esta vez nos lleva de paseo por varios universos, parecidos, pero no exactamente iguales. Y, por fin, todo lo que nos ha contado a lo largo de tres libros encaja y queda atado con un lazo primoroso. La habilidad de Wells para saltar en el tiempo y a través de las dimensiones tiene una explicación mucho más sencilla. Así como los diferentes caminos que tomaba el narrador para explicar un mismo acontecimiento. No mentía, no jugaba con nosotros, no eran ejercicios de estilo; resulta que estaba contando lo que en realidad sucedía. Y es que, como narrador omnisciente, lo veía todo, lo oía todo y lo sabía todo.

En este caso el protagonismo oscila entre varios personajes, todos ellos ligados por el Sr. Wells. Y todos ellos topan con un hombre invisible se dedica a dejar mundos paralelos plagados de cadáveres de Señores Wells en busca de un misterioso libre llamado “El mapa del caos”, que tanto puede destruir todos los mundos, como salvarlos.

¿Lo mejor? Arthur Conan Doyle como compañero de aventuras. Como una servidora se zampó hace cosa de un año una autobiografía de este señor, puede afirmar levantando la nariz y alzando el dedo, es decir, con autoridad, que el retrato que Félix J. Palma hace de él es magnífico.

¿Y que es todavía mejor? La hora del te, con H.G. Wells (uno de ellos), su esposa (una de ellas) y Lewis Carroll (uno de ellas). Y como una servidora también se ha leído Alicia en el País de las Maravillas, se rinde ante el Sr. Félix J. Palma y le aplaude hasta que le duelen las manos. Se que la inspiración para Alicia no procedió de los eventos que se narran en El Mapa del Caos, pero bien podría haber sido así.

Y, además, hay hombres lobos, asesinos programados genéticamente, una historia de amor a través de los universos, múltiples referencias literarias hechas con ingenio y los mejores consejos que puede recibir un escritor novel, y de boca del mismísimo Conan Doyle. 
“–…¡Un escritor de verdad! –bufó con sorna–. Me gustaría saber qué demonios es eso. ¿Por qué no piensas que eres un vigilante de mentira?”
“–Jovencito –le interrumpió Doyle con autoridad–, puedes inventar excusas o puedes inventar historias, tú decides.”


A Félix J. Palma debo agradecer que ahora quiera emprender la lectura de La máquina del tiempo y El hombre invisible, y la recetar La guerra de los mundos. De parte de una lectora, mil gracias.

Comentarios

  1. Hola Mar,

    ante todo felicitarte por tu entrada y por tu blog, me ha gustado tu análisis de la novela. A lo que iba, resulta que creo que en mi copia digital de este libro falta algo así como un epílogo, puesto que termina con el capítulo 41 y el narrador no desvela quién es ni por qué es tan omnisciente. ¿Te importaría resumirme qué cuenta el narrador en ese epilogo? Te dejo mi dirección: irony_addict92@hotmail.com

    ¡Muchas gracias por el detalle! :)

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    1. ¡Hola!
      No hay nada más allá del capítulo 21, sólo los agradecimientos. El narrador es simplemente "El narrador". Es superomnisciente. Lo ve todo y lo sabe todo y es un pelín pedante, al modo de los narradores de las novelas decimonónicas. A fin de cuentas, "La trilogía victoriana" es un homenaje a las novelas de época.
      Un abrazo.

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    2. Nada más allá del capítulo 41, perdón.

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    3. Yo acabo de terminar la novela (versión impresa), lo que parece que ha pasado es que, por lo que se prometía en capítulos intermedios, todos los que lo leíamos en algún momento esperábamos algún capítulo o al menos un par de páginas en las que el narrador tomara la palabra y se dirigiera al lector desenmascarando su identidad. Incluso hay un momento en que parece que va a pasar, en el que uno de los personajes se hace una pregunta retórica hablando de las "teteras sincronizadas" y denomina a la obra un "panfleto", momento en el cual el narrador se irrita un poco y decide no "entrar al trapo". Pero ese personaje ya sabe bastante del asunto y creo que hace la pregunta a conciencia de que el narrador va a oirle. Bueno, al final creo que es el único asunto que no se hace explícito en la obra, y cada uno tiene que construirse la explicación. Yo creo que Jane Observadora tiene que ver bastante en la misma pero es mi visión de este tema.

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