El dios de las pequeñas cosas, de Arundathy Roy



Tal vez Ammu, Estha y ella fueron los peores transgresores. Pero no los únicos. Los otros no se quedaron cortos. Todos infligieron las normas. Todos entraron en territorio prohibido. Todos alteraron las leyes que establecían a quién debía quererse y cómo. Y cuánto”



Escrita en el año 1997, en lengua inglesa. Unica novela de la autora. Releída con ocasión del club de lectura. 
El dios de las pequeñas cosas cuenta la historia de dos gemelos bivitelinos, Estha y Rael. Es también la historia de sus padres, y de sus abuelos y de cómo las pequeñas cosas acabaron llevando a la tragedia a tres generaciones. 
Parte del reencuentro de Estha y Rahel en algún punto entre los ochenta y los noventa, retrocede hasta que tenían siete años y salta más atrás en el tiempo hasta la boda de sus padres y todavía más hasta llegar a los orígenes de la fortuna familiar. También se deshilacha en líneas paralelas: el destino Velutha, que ejerció de padre cuando ni siquiera los debía tocar, la muerte de Sophie Moll, querida de antemano, o la malicia del Camarada Philai.
Arundathy Roy teje un tapiz hacia detrás y hacia delante, mimando los detalles, las pequeñas cosas, punteándolo de humor ácido y retratando la sociedad, la situación política, el comunismo cogido con las pinzas de la conveniencia, la occidentalización del tiempo. Ante todo prevalece la mirada de los gemelos, de dos niños de siete años que saben lo que importa y lo recalcan con mayúsculas y que solo buscan que su madre, Ammu, les quiera. 
Es una novela que apela a los sentidos. A los cinco. Se huele, se ve, se siente el calor y se nota el sudor. Es también una novela con notas de realismo mágico. El realismo mágico dota al texto de una ambientación delicada mientras que los sentidos atan la lectura a la tierra.
Es, ante todo, una novela triste, melancólica, en la que los adultos están derrotados cuando no resentidos y en la que la búsqueda de la felicidad les lleva, inevitablemente, a la tragedia.
Recuerdo que la leí cuando la publicaron por primera vez y me encantó. Esta vez no he sentido el deslumbramiento de la primera vez, pero sigo pensando que es una novela muy rica y delicada. Una novela diferente que merece la pena rescatar de las estanterías.  

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