Sobre recomendaciones, un puñado de libros que no y alguno que sí.

Antes de Internet las recomendaciones venían de amigos, familiares y libreros. A veces algún suplementos literario. Ahora vienen de blogs o de reseñas en youtube. Hace unos años las recomendaciones a las que llegaba por la red eran fiables y variadas; llegué a algunos autores que hoy son mis favoritos como Jasper Fforde. Conocí a Douglas Adams y a Brandon Sanderson. Autores minoritarios de los que no habría tenido noticia de otra forma.
Pero de un tiempo a esta parte parece que todo el mundo reseña lo mismo. Y que todo el mundo tiene la misma opinión de lo que reseña. Si comparas reseñas son sospechosamente uniformes. O eso, o yo no tengo buen ojo para elegir reseñadores. O, dando paso a las teorías conspiradoras, los grandes grupos editoriales se han hecho con el control de las reseñas en Internet. 
Sea lo que sea, he estado revisando mi lista de últimas lecturas y me he dado cuenta de que muchos libros los compré a raíz de leer reseñas elogiosas en Internet y no me han parecido a la altura de las loas. 
A continuación un puñado de libros mezclados: 

Comer animales, de Jonathan Sagran Foer. 
Un libro que tiene como efecto secundario que uno no vuelva a comer un filete de carne o de pescado sin un nudo de aprensión en el estómago. Imprescindible en el primer paso del vegetariano converso. 

Estación once, de Emily St. John Madel. 
A este libro llegué por Internet. Quizá fue debido a la combinación de elevadas expectativas y una mala sintonía lectora-libro. El caso es que no me ha convenido. Narra las peripecias de un grupo itinerante de teatro en un mundo que se vio diezmado por una epidemia de gripe hace veinte años. 
El libro venía bien recomendado desde blogs anglosajones y ha ganado el premio Arthur C. Clark en 2015, pero a mi me dejó fría.

La magia del orden, de Marie Kondo.
Un ensayo-libro de consejos sobre cómo el orden de la vivienda repercute en el orden en la vida. También lo compré a raíz de verlo elogiado una y otra vez en Internet. He cogido unas cuantas ideas para ordenar cajones y mi armario parece más civilizado. Algún día tendré el valor para hacer una limpieza a fondo y para librarme de todo lo que no me hace feliz y que ocupa sitio en casa. 

Amor perdurable, de Ian McEwan.
Este tocaba en el club de lectura. No me dijo nada, no empaticé con el protagonista y me aburría hasta el bostezo. Una lástima porque "Expiación", del mismo autor, me entusiasmó.

Escamas, de Rachel Hartman.
Segunda parte de Seraphina. Dragones, aventuras, viajes por tierras lejanas. Un mundo sólido, una mitología rica y unos personajes dolorosamente coherentes. Y uniéndolo todo, la voz de la protagonista, irónica, sensata y serena. Este sí, fue un libro para mí.

El atentado, de Yasmin Khadra. 
Otro libro del club de lectura. Y al igual que me sucedió con "Amor perdurable", otro libro que no me dijo nada. En los dos casos reconozco el oficio del autor, pero por algún motivo la historia, los personajes, la ambientación no me llegan. 

El relojero de Filigree Street.
Altamente elogiado en Internet y una de las decepciones más grandes. El protagonista se deja llevar de un lado a otro, el relojero es incomprensible y la chica está desaprovechada. La ambientación se queda corta, la trama me resulta incompresible y la traducción, oscura. La premisa era muy buena, pero me ha quedado con la sensación de que es una primera novela a la que le hubieran venido bien unas cuantas vueltas más. 

¡Salva al gato!, de Blake Snyder. 
Libro sobre la creación de guiones. Claro y conciso. Entretenido y estupendo para desentrañar la estructura de una película. 

Visto el resultado nefasto de las últimas novedades y recomendaciones que pululan por la red ayer me decidí a apagar el router. Cogí el bolso y me fui a la Librería París. Allí un librero entusiasta me convenció para comprar "Vestido de novia", de Pierre Lemaitre, novela negra con la que me garantizó que pasaría un mal rato; y "Entre tonos de gris", de Ruta Setepys, novela histórica ambientada en la segunda guerra mundial con la que me aseguró que pasaría algo de angustia pero que estaba muy bien escrita. 




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