Lunes de diccionario. Esguín.

esguín
Del vasco izokin 'salmón'.
1. m. Cría del salmón cuando aún no ha salido de los ríos al mar.



Los esguines se agitan en sus piscinas. Hoy ha venido una madre gestante a escoger un alma para su hijo y la presienten. Saltan, atraviesan la superficie del agua y el sol desvela tonos azules, rosados y verdes. 
La madre, cogida del brazo de su marido, camina con calma por el recinto. Escoger un esguín es diferente en cada ocasión. A veces lleva tan sólo unos segundos; a veces días. Detrás de la pareja, el encargado va ofreciendo las habituales explicaciones, por si pudiera así facilitar la elección de unos padres primerizos. Detrás del encargado, su aprendiz toma notas.
—Los tonos rosados muestran un temperamento artístico y los azulados, aventureros. Cuanto más intenso el color, mayor es el rasgo del carácter, ya lo sabéis. Verde para los caracteres mansos y amarillo para los alegres. Fijaos bien en la combinación de colores y en la pureza de la tonalidad. Os recomiendo los esguines anaranjados; dan lugar a niños algo soñadores pero muy cariñosos. 
De repente, la madre se suelta del brazo de su marido. Avanza con rapidez, dejando atrás piscinas que prácticamente borbotean a su paso, tal es el ímpetu con el que los esguines tratan de llamar su atención. Se detiene y se arrodilla junto al agua y señala. Le brillan los ojos y se le pintan las mejillas del color de las frambuesas maduras. 
El encargado se aproxima con la red. La mujer le señala un esguín del color del lodo. Nada alejado del resto, en un rincón de la piscina. El sol apenas consigue llegar hasta él y cuando lo hace desvela una veta negra que le cruza el lomo. Sin motivo alguno, el esguín arremete contra el resto, que se dispersan aterrados. 
El aprendiz no consigue contenerse. 
— Por mucho que limpiemos las piscinas siempre queda alguno—ofrece a modo de disculpa, aunque nadie la ha solicitado—. No querréis eso para vuestro futuro hijo. 
La mujer se incorpora como si la hubieran abofeteado y el marido acude a su lado. El encargado le suelta un pescozón al aprendiz con el mango de la red. Nadie sabe qué lleva a las madres a escoger un alma para sus hijos.
El encargado recoge al ejemplar con la red y se lo entrega a la madre. Luego, se lleva de allí al aprendiz bien sujeto por la oreja. 

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