Lo evidente


Cuando le llega el turno al funambulista se hace el silencio. Tiende la tela de araña a muchos metros sobre la pista. Sería invisible de no ser porque rocían, desde lo alto de las carpas, una bruma de lluvia para que perle los contornos de los hilos. 

El público contiene la respiración cuando apoya la suela desnuda del pie y se desprende un rosario de gotas de agua.

Actúa sin red. Podría parecer una temeridad, pero nadie en el público recuerda nunca que no hay peligro alguno.

Las telas de araña son pegajosas.


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