El misterio de la mosca dorada, de Edmund Crispin.

Última adquisición: "El misterio de la mosca dorada". Y ahora sí que acierto. Pero, claro, leer a Edmund Crispin es ir sobre seguro. La mezcla perfecta de té con pastas, flema inglesa, crimen y cinismo. Todo en poco más de trescientas páginas con una portada maravillosa. Porque si algo tiene la editorial Impedimento son unas portadas cuidadísimas (véase foto a la izquierda).

En este libro se narra la primera aventura de Gervase Fen. Comenzamos con una exposición de los personajes que intervendrán en escena (metafórica y literalmente, porque la mayoría de ellos son actores que participan en una obra de teatro). 
La exposición es larga, pero no pesada. El retrato de los personajes es meticuloso, afilado. Ya desde el principio se nos dice que tres de ellos morirán. Así que no queda sino ir pasando páginas para ver quiénes son los desafortunados. 

El asesinato que desata el libro es un clásico crimen "a puerta cerrada". Nadie pudo hacerlo. O nadie se imagina cómo pudo hacerse, excepto Gervase Fen, quien descubre al criminal a los tres minutos y quien no hace más que lamentarse de la estupidez del asesino. Por supuesto, no nos dice quién es. Eso sí, nos repite hasta el infinito que tenemos todas las pistas, por lo que nos sentimos igual de irritados con Fen que el resto de sufridos protagonistas. 

Gervase Fen está soberbio, como siempre. Se hecha a faltar a su coche, Lily Christine III, más que nada por el terror que desata cuando lo conduce. Por lo demás, es el mismo Gervase Fen: soberbio, despistado, propenso a arranques de actividad y a periodos de languidez.

Y, por supuesto, todo está entreverado del humor inglés y salteado con abundantes citas literarias. Las citas, por cierto, quedan completamente alejadas de mi comprensión (¡lo que diría de mi Gervase Fen!). Por suerte, las notas a pie de página ayudan.


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