Chocolat y Zapatos de caramelo, de Joanne Harris.

Allá por el año 2001 fui con mis padres a ver una película de la que no sabíamos nada. Se llamaba "Chocolat". Salimos encantados, relajados, con una sonrisa en la cara y con tal antojo de chocolate que al llegar casa tuvimos que preparar tres tazones de chocolate caliente (de cobertura, no de paladín) y un montón de tostadas con margarina. 



Al poco mi madre llegó casa con un libro bajo el brazo para mi. Se llamaba igual que la película: "Chocolat". Yo arrugué la nariz y mi madre dijo algo así como "Pruébalo. ¿Por qué no?" 
Llegados a este punto debo aclarar que arrugué la nariz por dos motivos. El primero y fundamental, porque recién salida de mis años de adolescencia era acto obligado arrugar la nariz ante cualquier sugerencia materna. El segundo, porque ya por aquel entonces sabía que en el proceso de adaptación del libro a la película generalmente algo cojea. O el libro es más flojo que la película (raro) o la película es más floja que el libro (habitual). Y a mi la película me había encantado. 
Pero siempre he sido obediente, así que probé. Y me fascinó, me embrujó, me lo leí y luego me lo releí. Y luego lo volví a releer. Me atrapó la voz de la narradora, Vianne Rocher. Me gustó el ritmo pausado, la alternancia de protagonistas y, sobre todo, la magia. Una magia muy alejada de conjuros y de hechizos, hecha de cosas cotidianas, de salmos, señas y chocolate caliente. 
Es un libro familiar, confortable. Tanto que he vuelto a releerlo en unas cuantas ocasiones. Este es el momento en el que mi madre arruga la nariz y dice que no es tan raro que yo relea libros, pero lo cierto es que sólo los releo cuando me quedo sin libros nuevos en las estanterías o cuando me encandilan. Y este, me cautivó. 
He tardado casi quince años, entre otras cosas por el miedo a las segundas partes, pero por fin me hice con la continuación: "Zapatos de caramelo". Y me ha gustado. No ha sido el amor a primera vista del primer libro pero ha sido como volver a un lugar familiar. O casi. El chocolate, la magia cotidiana, las narradoras pausadas siguen ahí. También el cariño de unos personajes por otros. Algo cambia, lo cual es un acierto. Vianne Rocher ya no es el personaje fuerte que era. Han pasado cuatro años desde que la vi partir a lomos del viento y ahora tiene dos hijas y miedo. Quiere procurarles una vida normal y eso hace que asfixie la magia hasta casi extinguirla. Hay también una bruja mala, de esas que lo son sin dobleces ni justificaciones. Una bruja que seduce con caramelos y golosinas y con embrujos dibujados en los dinteles de la puerta. 
"Chocolat" sigue siendo mi favorito. Fue el primero. Pero "Zapatos de caramelo" es una muy buena continuación a ese universo dulce y ligeramente picante que borbotea en las cacerolas. 

Por cierto, todavía puedo recitar párrafos de Chocolat. Me los aprendí de memoria sin querer. ¿Mi favorito?

“—¡Oh! —me mira con cautela, como si esperara que de un momento a otro me asomaran unos cuernos—. Y suponiendo que la pregunta sea pertinente, ¿se puede saber en qué cree usted?

En viajes en alfombras mágicas, en la magia rúnica, en Alí Babá y en las visiones de la Santa Madre, en viajes astrales y en la predicción del futuro visto en el poso de un vaso de vino tinto...

«¿Florida? ¿Disneylandia? ¿Los Everglades? ¿Qué me dices, cariño? ¿Qué me dices?»

En Buda. En el viaje de Frodo a Mordor. En la transustanciación del sacramento. En Dorothy y Toto. En el conejo de Pascua. En los alienígenas espaciales. En la Cosa dentro del armario. En la Resurrección y la Vida al dar la vuelta a un naipe... En algún momento de mi vida he creído en todas estas cosas. O he fingido creer en ellas. O he fingido no creer en ellas.”


Comentarios

  1. El párrafo que has escogido es, sin duda, también mi favorito. :D

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    1. Creo en el viaje de Frodo a Mordor... ¡Cómo no me lo iba a aprender! Me pareció una maravilla en su momento y me lo sigue pareciendo.

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