Junio, Shirley Jackson y Colette.

Junio está siendo un mes de calor inesperado, de tormentas furiosas y de lecturas cortitas, de libros finitos pero contundentes, densos.

Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson.
Mi madre se lo está leyendo ahora mismo. Y coincide conmigo en que está muy, muy bien escrito, y en que es un libro en el que suceder, lo que se dice suceder, no sucede nada. Porque lo más importante, la muerte de la familia de las protagonistas tras tomar azúcar mezclado con arsénico, sucedió hace diez años. Ahora lo que se cuenta es lo que sucede tras ese asesinato. Se habla del odio de los vecinos, tan real que duele; se habla del aislamiento de Merricat y Constance y del mundo que se han construido, hecho de rutinas y de pequeños gestos mágicos destinados a protegerlos. 
Hasta que llega un desconocido. Porque siempre tiene que llegar un desconocido dispuesto a trastocarlo todo. Y, en este caso, a provocar un final que bien o mal, permite a las protagonistas recomponer su pequeño mundo. 


Gigi, de Colette. 
Gigi es uno de mis musicales favoritos. Si le quitas las canciones y los números de baile, lo que queda es la historia de cómo dos ancianas educan a una jovencita para que se convierta en amante de reyes, aristócratas y burgueses. De tan inmoral que es, resulta deliciosa. Y claro, cuando descubrí que la historia original era de Colette, quise el libro. Y me ha costado mucho dar con él. 
Tras leer el libro tengo claro que la adaptación que hace la película no es buena, es buenísima. Prácticamente toma como guión el propio libro y lo sigue paso a paso, añadiéndole unos cuantos números musicales. Eso si, el libro tiene el añadido de la coquetería y la picardía de Colette. Y está plagado de buenos consejos. No. De consejos soberbios para que la pequeña Gigi triunfe en la caza de un amante solvente. 

"—... Te he dicho mil veces que, cuando estés sentada en un asiento bajo, debes juntar las rodillas y doblarlas a la vez, a la derecha o a la izquierda, para evitar una indecencia. 
—Pero, abuela, si llevo pololos y enaguas...
—Los pololos son una cosa y la decencia otra —le respondió la señora Álvarez—. Todo depende de la actitud." 

"—El matrimonio no nos está prohibido. Lo que sucede es que, en lugar de casarse ya, una se casa finalmente."

No está mal para un libro escrito en el año 1944. 



Comentarios

Entradas populares