Sueños de dioses y monstruos, de Laini Taylor.

Este libro ha estado durmiendo en la estantería desde septiembre de 2014. Mucho tiempo si tenemos en cuenta que las dos primeras partes de la trilogía me gustaron mucho.

¿El motivo?

Supongo que fueron dos. Miedo a que no estuviera a la altura de los dos anteriores. Y escepticismo. Sobre todo, escepticismo.

A ver, si soy capaz de explicarme. 

En "Hija de humo y hueso" aparecían elementos fantásticos: quimeras, ángeles y magia, pero limitadas a la protagonista.

En "Días de sangre y resplandor" los mismos elementos fantásticos se desarrollaban únicamente a una kasbah en el desierto de Marruecos y a Eretz, el mundo de origen de los seres fantásticos.

Pero al final del tercer libro, los ángeles deciden invadir la tierra para conseguir armas con las que decantar a su favor la guerra que asola su mundo desde hace años. 

Aquí fue cuando me volví escéptica. ¿Exponer los ángeles al mundo? ¿Conseguir armas? ¿Coger los elementos fantásticos que habían estado limitados y a salvo en el círculo más inmediato de la protagonista y exponerlos? ¿En nuestro mundo, con internet y medios de comunicación y fanáticos y descreídos? ¿Mezclar fantasía con realidad a una escala planetaria? ¿Realmente se podía la autora salir airosa?

Pues si. Más que eso. Si los dos primeros libros me gustaron, este me ha tenido en vela por las noches. Se amplían los dos mundos (la Tierra y Eretz) y se vuelven más complejos. Surgen personajes nuevos. Todos los elementos, incluso aquellos tan insignificantes como un violín o una cantimplora, se recogen con mimo para que jueguen su papel. La historia avanza desde la perspectiva de los nuestros protagonistas y de otros que, hasta el momento, habían sido secundarios.  Y, sí. La historia avanza. Es el libro más largo de los tres y no se hace largo, ni pierde la tensión. Y, cosa importante, no he tenido la sensación de que haya mantenido la tensión a base de abusar de cliffhangers (*).

Karou y Akiva tienen su final feliz. También Ziri y Liraz. Y Zuzana y Mik están soberbios en cada línea. 

Laini Taylor no termina la historia con un punto y final. Ni la de Karou y Akiva ni la de Eretz. Este libro cuenta la historia de cómo se evitó una guerra y de cómo se comenzó a crear algo mejor donde sólo había dolor y destrucción. Habla del perdón sin olvido. De la compasión y de la venganza. Del rencor que se entierra para poder respirar y para construir algo que merezca la pena contemplar. 

Lo terminé de leer ayer por la noche. Con una sensación de alivio al leer la última página. Sin una pizca de escepticismo y con una enorme de admiración por la autora. Ha salido airosa de lo que a mi me pareció un fangal. Y yo  me he llamado tonta a medida que avanzaba. ¡Cómo he podido tener el libro abandonado durante cinco meses!

(*)El cliffhanger tiene como función crear suspense, invitar al lector a pasar al siguiente capítulo. El problema, viene cuando abusa. Imaginen un libro en el que  las últimas palabras de cada capítulo son, con algunas variaciones, las siguientes "Abrió la puerta y nunca, ni en sus peores pesadillas, hubiera podido imaginar lo que sus ojos contemplaron". 
¡Eso ni siquiera es jugar sucio! ¡Eso es ser chapucero!




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