Formas de hoy en día




I
Que no era un robo, joder. 
¡No era un robo!
Si a mi el dinero me da igual ¿entiendes? Pero me retaron, los muy cabrones.
Ves a la gente que chilla y alguno se desmaya y todo y te partes. Tiene que ser en un sitio pequeño. Nada de supermercados ni eso porque tienen alarmas de seguridad. Kioscos, fruterías… sitios así. Y mejor cuando hay poca gente, ya sabes, cuando abren. Pero es que no me gusta madrugar. 
¿Quién cojones sale a la calle con la que está cayendo? 
Total, que tengo una pipa falsa, de cuando Halloween, y pensé, pues me bajo a la librería. Paso por delante a veces pero no entro. ¿Quién compra libros ahora? Te los puedes bajar todos de internet si eres de los que leen. 
Y ahí que entro. Que da igual que grabe porque no se ve nada, joder. ¿No pagan la luz? Total que busco a la tía detrás del mostrador pero no está. Solo hay estanterías y libros viejos por encima de las mesas y ahí estoy, paseando como un gilipollas y pensando que mejor estaba en casa y que le pueden dar al reto, hasta que la veo y saco la pipa y grito ¡Esto es un atraco! Y va la tipa y se empieza a reír. Se ríe tanto que se tiene que sentar y llora y todo. Y cuando termina y se suena los mocos y la puedo enfocar bien con el móvil me dan por detrás. 
Un bate, tío. Por lo menos me han dado con un bate o con algo así. ¿Ves toda esta sangre? Y ahí estoy, tirado en el suelo. Y en lugar de ayudarme va la tía y me enchufa con un ácido o algo en la ceja.
Una agresión, te lo digo yo. 


II
Ya lo decía mi tío. Regentar la librería es dejarse morir de hambre por amor. Quizá lo de dejarse morir de hambre es demasiado pero tío a mi tío le encantaba el drama. El negocio no va mal; sobre todo desde que colgué el catálogo en internet. Ni se imagina desde donde nos llegan los pedidos. Y en ese corcho de ahí puede usted comprar un libro de antemano ¿No le gustaría? Es divertido. Deja usted comprado un libro, su favorito, y pone el titulo ahí. Y si después viene alguien que busca ese mismo libro se lo puede llevar porque usted ya lo ha comprado antes. A los clientes les gusta.
Si, si, disculpe. Me centro. Que el negocio no va mal, pero como para justificar un atraco, tampoco es. Yo estaba quitándole el polvo a la tienda. El tío decía que el polvo catalogaba la antigüedad; en realidad le daba pereza limpiar. Y los días de lluvia son estupendos para la limpiar porque la gente se queda en casa. Aunque siempre hay alguien que se refugia aquí cuando le pilla por la calle. 
Si, si. Ya voy. Verá, yo estaba en las estanterías de ciencia ficción, repasando con un trapo y alcohol y de pronto lo vi, con una pistola en la mano y el móvil en la otra. Y gritó “¡Esto es un atraco!” y qué quiere que le diga. Me dio la risa. Me pasa a veces. Sobre todo cuando tengo que estar seria. Y pensar en que quería llevarse la recaudación de hoy: dos novelas románticas, tres de detectives y un Asimov. Hay que venir a robar los fines de semana soleados, que es cuando hay gente.
Si, si. El caso es que Don Agustín, que es un amor de hombre, estaba aquí. Siempre deja un par de tebeos comprados, ¿sabe usted? Para los críos cuando salen del colegio. Y cuando quise darme cuenta el chico estaba tirado en el suelo y tenía la ceja partida y sangraba mucho. Y yo pensé en todo el polvo que no había podido limpiar todavía y en que se le iba a infectar la herida y le eché un buen chorro de alcohol y se puso a chillar tanto que pensamos que lo mejor era llamar a emergencias. 


III
Que yo no tengo alma de héroe, agente. Lo que no tengo es paciencia. Y hay que ser muy imbécil, pero muy imbécil, para entrar a robar en una librería de viejo. Y eso que desde que Cecilia la ha cogido este sitio parece otro. Esa joven hace milagros. Incluso los críos entran a la salida del colegio a buscar mortadelos y novelas del oeste, como en mis tiempos. Da gusto. 
Verá agente, todas las mañanas me tomo mi café y mi churrito aquí al lado luego me voy a dar un paseo por el parque porque la médico me ha dicho que tengo el azúcar alto y tengo que andar. Pero como hoy llovía pensé mejor en entrar y comprar unos tebeos para el corcho. Y me gusta este sitio. Es de los pocos que no te pone música de fondo para comprar. Sólo hay silencio.
Por eso no me lo creí cuando lo oí. “¡Esto es un atraco!” Como en las películas que echaban antes. Pensé que era una broma. Y me asomé y vi que Cecilia se estaba riendo. Porque francamente, era como para reírse. ¿A usted el parece que se puede entrar a atracar un sitio en chandal y sujetando la pistola como si fuera una morcilla? ¡Y grabándose con el móvil! ¡Qué poca prestancia! 
Cogí el libro más gordo que encontré cerca y le aticé y se vino abajo como un saco de patatas. Y cuando Cecilia le limpió la ceja con alcohol el joven se puso a chillar como un crío de tres años. ¡De verdad, agente, que hace falta paciencia para aguantar lo que se ve hoy en día!

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