Sobre libros para los que son niños y para los que ya lo fueron

Como consumidora de "lij" (literatura infantil y juvenil, para los profanos en la materia), hace tiempo que desarrolle la teoría de que no hay libros para niños y libros para adultos. Hay libros buenos y libros malos, da igual si se encuentran en las estantería de infantil o en el de la novela supuestamente seria y sesuda.

Me explicaré. A ver si sé.

Roald Dahl (siempre admirado), J.K. Rowling, Cornelia Funke, Frances Hodgson Burnett, Diana Wynne Jones, Michael Ende... Los encontrarán en la sección de literatura infantil y, sin embargo, yo los recomiendo para cualquier edad. Si uno es un niño, debería leerlos obligatoriamente antes de volverse un adolescente escéptico; si uno ya es adulto y no los leyó... bueno, en tal caso el niño que dejó atrás se perdió algo. No se apuren, que todavía se puede recuperar.

Son autores imaginativos, honrados, consecuentes y, más importante, tratan al lector con dignidad, como si fuera un ser pensante y no, simplemente, un consumidor de pasta de papel impresa.

Ahora cojan cualquiera de esos libros que uno se encuentra apilados en libros a la entrada de las librerías, justo para tropezar con ellos. Son libros gordos, gordísimos, con portadas atractivas y resúmenes en ocasiones más profudos que el propio libro. Por regla general se les caerá el libro a los pies al tercer capítulo. Está demostrado que la gravedad atrae a estos libros tanto por peso como por vacuidad de contenido.

¿Quieren saciar al niño que llevan dentro? Apaguen la tele, desconecten la consola y dense una vuelta por la zona infantil de cualquier librería. Sin prejuicios, sin ideas preconcebidas. Huyan de los últimos lanzamientos, que el lij también los hay, rebusquen un poco en las estanterías, pregunten al librero (ojo, he dicho "librero", no "dependiente").

Disfrutarán. Garantizado.