Estado de alarma. Semana 3.

He limpiado el baño y la cocina. He puesto una lavadora y tengo otra en marcha. En realidad no me apetece sentarme a escribir, pero no creo que me convenga seguir limpiando; los nudillos ya me sangran. 
Así que he puesto a Poirot de fondo y he sacado el portátil. 
Y he pensado que hoy voy a hablar de listas. Me gustan las listas. Y las teorías. 
Tengo listas en el móvil. Apunto cosas que quiero comprar y las dejo en reposo. Las vuelvo a mirar, investigo por internet y las vuelvo a dejar reposar. A veces compro; a veces no y las tacho de mis listas. A veces las dejo en las listas, si no me estorban, pero me hace ilusión leerlas. 
En un cuaderno tengo un listado de los libros que llevo leídos en el año y otro con las películas o series que he visto. 
También tengo listas menos formales. Listas que se quedan en el aire.  Todos las tenemos. 
Por ejemplo: 
Lista cosas que haré cuando tenga tiempo:
Escribir las historias que tengo a mitad
Leer todos los libros que tengo pendientes
Aprender a cocinar
Yoga, todos los días
...

Parece ser que corren tiempos para ir tachando cosas de esas listas eternas. Yo no he tachado ninguna. Tampoco es que tenga tiempo. Ir a trabajar me normaliza mucho el estado de alarma. A veces, hasta me olvido. 
Pero sí que tengo más tiempo los fines de semana. Y, por supuesto, casi no he tachado nada de mi lista. Ya he dicho que pertenece a la categoría de las listas eternas. 
Me he puesto a cocinar, eso sí. Entre quitar el polvo y pasar la fregona he encontrado tiempo para preparar un bizcocho de yogur, magdalenas y un bizcocho de zanahoria. También he cocinado una especie de sopa de lasaña, curry de lentejas y alubias con cúrcuma. El resultado es bueno. Menos las alubias; si alguien se pregunta cómo es posible que unas alubias de bote salgan malas y da con una respuesta, que me la diga. Por suerte, ya no me quedan. 
Escribir, no estoy escribiendo más que antes, que es una forma enrevesada de decir que no estoy escribiendo. Y voy leyendo, pero no tanto como cabría esperar. Me cuesta mantener la atención. 
Yoga sí hago. Los fines de semana un ratito. Hasta que T. se emociona tanto que decide unirse a mí en al esterilla y participar. 

En estas tres semanas he hecho otra lista. De cosas que haré cuando todo esto termine. Básicamente se reduce a abrir la cartera y empezar a comprar. 

Lista de cosas para cuando todo esto termine. 
Libros
Una freidora de aire
Una máquina de coser
IKEA

No creo que a nadie le sorprenda lo de los libros. 
Hasta hace una semana no sabía lo que eran las freidoras de aire, pero ahora estoy convencida de que necesito una. Se me ha antojado comer empanadillas, croquetas y rollitos de primavera y, visto que desde enero he perdido en algún lugar cuatro kilos, creo que me la voy a regalar. No sé muy bien cómo funcionan, pero estoy segura de que es uno de esos electrodomésticos que ocupan mucho sitio en la cocina, emocionan durante un tiempo y que luego no sabe una dónde meter.
Ahora, con mi mejor voz de Escarlata O'hara, pongo a Dios por testigo de que no me vuelvo a ver en una situación como esta sin saber coserme una triste mascarilla. Imprescindible, por lo tanto, una máquina de coser.
(También he decidido que no me vuelve a pillar una de estas sin saber hacer mermelada ni encurtido, pero para eso no he encontrado nada que comprar). 
Puestos a querer, también quiero una mochila que no es que no tenga, que si, y además de la misma marca. Pero he decidido que quiero otra porque es un modelo nuevo y es especial y en la campaña de publicidad la gente que la lleva está en la calle y no encerrada en casas y eso ya me parece atractivo suficiente.
También quiero espátulas y cucharas de madera, y un pincel de silicona (a saber en qué pretendo emplearlo), una luz de las que se ponen a los niños por la noche porque cuando se rompe la farola de la calle T. no ve y se pasa la noche llorando cada vez que quiere que lo suba y que lo baje de la cama. Necesito una sartén, porque la mía se pela, y una bandeja portatartas, porque cuando mis padres vienen de visita, mi madre prepara bizcochos para mis compañeros de trabajo y no puedo llevarlos de cualquier manera. Y un cuchillo para el pan (a mi padre le venden el pan ya cortado en rebanadas y yo no como pan, pero no importa) y una base de silicona para la bandeja del horno. Vamos, que entraré en IKEA blandiendo una llave allen y gritando "¡Miiiiiiiooooo!”

Tengo la teoría de que hago listas para pasar el rato. Para anticipar la normalidad que nos prometen. Para creerme que todo volverá a ser, si no como antes, sí bastante parecido. 

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