Lunes de diccionario. Fuéllega.

fuéllega
Relacionado con el lat. vulg. *fullicāre, de fullāre 'pisar'.
1. f. And. Huella del pie en la tierra.



—¿Y bien? ¿Qué ve? —preguntó Albert Gosford, detective de su majestad. 
Arthur se ajustó el monóculo. No lo necesitaba, pero le gustaba llevarlo. Cualquier hombre de carácter necesitaba un complemento. Su padre tenía un reloj de bolsillo para cada uno de sus chalecos, aunque fuera el tipo de hombre que no miraba la hora, sino que la preguntaba. El señor Gosford, tenía su pipa, aunque nunca la hubiera encendido; incluso el jefe de policía Bernad llevaba consigo un bastón en el que no se apoyaba. 
Así que Arthur observó la escena a través del monóculo que no necesitaba.  Al principio sólo vio un revoltijo de huellas en el barro, ramas rotas, un botín suelto y un cadáver calzado. Luego, abrió su maletín de herramientas. 
El señor Gosford creía en la observación y la deducción, pero Arthur era un hombre de ciencia. Él buscaba hechos, no fabricaba teorías. Así que comenzó a trabajar. Recogió muestras del barro y de la savia de las ramas rotas, fibras del pantalón del cadáver y todos los cabellos que pudo encontrar. Luego, abrió su maletín de probetas y comenzó a verter líquidos en probetas y a agitarlos hasta que cambiaron de color. 
—¿Señorita Doggie? Tome nota, por favor —dijo dirigiéndose hacia la muchacha que hasta ese momento se había mantenido en un segundo plano, con aspecto de estar mortalmente aburrida. 
Annie Doggie había entrado a trabajar como secretaria para Albert Gosford al mismo tiempo que él se había convertido en su aprendiz. Ni todos sus precipitados químicos podían desvelarle a Arthur por qué la había escogido el señor Gosford. Su caligrafía era atroz, tecleaba con dos dedos, y no parecía saber distinguir un tenedor de ensalada de uno de carne. Además, carecía de cualquier gusto a la hora de combinar sus zapatos con sus guantes. 
 Annie Doggie chupó la punta del lapicero y se dispuso a tomar notas. Arthur reparó con disgusto en que ni siquiera llevaba guantes. 
Arthur comenzó a exponer sus conclusiones. 
—Buscamos a una persona, morena por el cabello que he encontrado entre las uñas de la víctima. Me atrevo a decir que salió acompañado de un perro negro, también a juzgar por el cabello que he encontrado en el cuerpo. Si me permiten, consultaré con el instituto veterinario para precisar la raza.
Annie Doggie soltó un suspiro, impresionada, sin duda. Arthur, satisfecho, continuó con la exposición.
—También he hallado restos de rocío que contiene una mineralización que sólo se produce bajo condiciones climáticas muy peculiares. 
—Anoche hubo un espectáculo de magia en la taberna. Cerró tarde. Enviaré a mis hombres a preguntar —apuntó el jefe de policía Bernard.
—¡Por favor, señor jefe de policía! Tarde es un concepto muy vago. La ciencia puede afinar mucho más. Por supuesto, tendría que consultar con el instituto meteorológico para fijar con más exactitud la hora. Con esos datos y alguna horas más de trabajo en el laboratorio podría acotar mucho la búsqueda del asesino.
El detective Albert Gosford mordisqueó su pipa. 
—¿Y la bota?
—Había pensado en llevarla a mi zapatero. Sin duda podrá arrojar algo de luz sobre su manufactura.
El detective se guardó la pipa en el bolsillo del abrigo.
—¿Ha tomado nota de todo, señorita Doggie?
— No. Por supuesto que no. 
Arthur se sonrojó.
—¡Entonces qué es lo que ha estado escribiendo mientras yo hablaba? ¿Acaso cree que puede hacernos perder el tiempo de esta manera? ¿Cree que la sacamos de paseo por el placer de su compañía?
Annie Doggie tan sólo levantó una ceja. Al parecer la consideraba una respuesta más que suficiente. 
Arthur se acaloró todavía más. 
—¡Exijo saber qué ha escrito en esa libreta!
Annie le mostró la página escrita con su letra atroz:
“Pie derecho. Seis dedos”.
Annie señaló el pecho del cadáver. Allí, sobre la camisa verde del cadáver, se veía una huella. Ahora que Annie lo había señalado, quedaba claro que tenía un dedo meñique de más.
—Pero si lo prefiere —dijo con una voz muy dulce y muy peligrosa—puedo escribir que buscamos alguien, sin identificar, que salió de madrugada con un perro, por determinar, y volvió sin un zapato, pendiente de investigar.

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