La casa de las miniaturas, de Jessie Burton.

Parece que el verano es un buen momento para cambiar de género, algo que siempre me genera inquietud. Pero este libro venía precedido de buenas críticas, incluida la recomendación del librero que me lo vendió. 

Y acertó.

La casa de las miniaturas nos cuenta la historia de Nella (Petronila), de dieciocho años. Proveniente de lo que parece una familia aristócrata venida a menos, la casan con un importante mercader y debe trasladarse a casa de su marido, en Amsterdam. Allí se encuentra con un marido ausente, con una cuñada arisca y dos criados recelosos. Para que Nella se mantenga entretenida, su marido le regala una casa de muñecas que imita la casa real en la que viven y ella contacta con una miniaturista. El problema llega cuando la miniaturista le entrega para su casa de juguetes objetos que no sólo no ha pedido sino que, de alguna forma, parecen interferir en la vida de los habitantes de la casa.

Y hasta aquí voy a contar.

Lo que sí que puedo decir es que la ambientación es soberbia. Los canales, el ambiente opresivo de una sociedad protestante, las comidas y el sistema de comercio. También me ha gustado Nella, cómo va saliendo del cascarón, cómo exige saber más sobre lo que sucede en su propia casa y cómo hace frente a las consecuencias de lo que sucede. Los ocupantes de la casa se han ido cubriendo de velos que les permiten fingir unas vidas orotodoxas y Nella los va retirando, uno a uno y sin posibilidad de volverlos a colocar. 

Un buen descubrimiento y una autora que, con su primera novela, ha hecho que me espere con ganas la segunda. La recomiendo, sí. 

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