Tecnología, internet y yo.

Internet. Teléfonos. Tabletas. Ordenadores. 
Nos han conectado más allá de lo que nadie hubiera creído posible. 
Y han metido el ruido en nuestras vidas. 
Es raro el que va por la calle sin unos auriculares que lo conecten a una fuente infinita de sonidos. Yo misma me rodeo permanentemente de sonidos, de ruido, y no me doy cuenta. 
Hace no mucho tiempo robaba conversaciones por las calles, en el parque o en los autobuses. Y cuando no había nada ajeno que escuchar, desenmarañaba el zumbido de mi cabeza. Ahora, el zumbido es constante, pero ajeno. Tanto que cuando paro la música mientras paseo a T., me sorprendo de que un día de calor no sólo se pueda sentir en la piel, sino de que también se pueda escuchar. Y se puede. Trinos pájaros invisibles, aleteos de palomas entre las ramas de los árboles, grillos (¡grillos, en plena ciudad!), el aire moviéndose, pesado.
También es posible escuchar una tarde de domingo en casa. El ronroneo del aire acondicionado, descargas de agua que remueven las cañerías tras las paredes, sillas que rascan el suelo y T, que bosteza en el suelo agobiado de calor. 
Esta invasión del sentido del oído alcanza también a la vista. Mensajes, fotos vídeos. No sólo los capturamos; sobre todo, los consumimos. Miramos la vida en la palma de la mano.
Tengo la sensación de que estoy perdiéndome la percepción más inmediata por otra corregida, pulida y enlatada. Tengo la impresión de que, sin tantos estímulos, antes percibía más. Incluso cuando me aburría. Sobre todo, si me aburría. 
Empieza a ser un pensamiento recurrente. Pagamos por recibir estímulos que nos aíslan del exterior y que, al mismo tiempo, crean la ficción de que estamos conectados con ese exterior de un modo estrecho, íntimo.  Pagamos por aparatos cada vez más complejos, que puedan acumular cantidades cada vez mayores de estímulos. 
No estoy en contra de esos aparatos. Ni de internet. Es más, me gustan. Me encantan. Si pudiera, compraría cualquier aparato que apple pusiera en el mercado. Volví a escuchar música cuando mis padres me regalaron un Ipod. Internet me parece un lugar fascinante y la cantidad de información que pone a mi disposición, especialmente en lo que se refiere a libros, me hace muy feliz. Creo que los podcast son una de las ocurrencias más entretenidas de los últimos años. Tumblr es un pozo de creatividad y Pinterest una herramienta estupenda para conseguir y organizar imágenes. Carezco de sentido de la orientación, por lo que me resulta muy útil que de vez en cuando el teléfono me encuentre y me oriente y si tuviera que regresar a la máquina de escribir, me desesperaría.
No creo que internet, teléfonos, tabletas ni ordenadores sean malos. Esto no es una película de ciencia ficción. Son invenciones y como tales carecen de intención. Lo que me preocupa es el uso que hacemos de ellos. Creo firmemente que el ser humano tiene una capacidad prodigiosa para inventar, pero también creo que tiene una habilidad innata para dar con el peor uso, con el más dañino y creo que en la mayoría de las ocasiones lo hace de forma natural e inconsciente. 

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