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Space Opera en seis actos

I Ese puntito rojo en la pantalla No la llamábamos la Vieja Nodriza porque sí. Era vieja. Punto. Una nave estelar con más remaches en el fuselaje que material original. Se mantenía unida gracias a una combinación de soldadura y piezas de segunda mano. Uno no estropea nave así de hermosa añadiéndole un módulo de Inteligencia Artificial.   —Un saldo. Prácticamente regalada —nos dijo Lee Ming—. Nos hará la vida mucho más fácil allá afuera, creedme. El proveedor es de fiar.  Yo protesté en voz muy alta, Viktor añadió algunos de sus mejores insultos y Camila, que no nos dirige más de cuatro palabras al mes dijo “No me gusta”, con lo que casi agotó su cupo para los siguientes treinta días.  Lee Ming nos igonoró con sus mejores maneras de capitán y conectó el chisme. Pasó lo inevitable. El panel de control mostró una línea tras otra de alertas hasta que se colapsó. —Zarpamos mañana. Poneos a trabajar —dijo. Y se retiró a su camarote.  Filtros de aire, sistemas de gravedad, tanques de purifica

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